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Consecuencias de nuestros actos 

Cualquier acto: pensar, decir, o hacer, trae consecuencias, (la famosa ley de acción y reacción). Estas pueden ser “buenas” o “malas”. Por ejemplo si nos han encargado un trabajo, pero a cambio decidimos irnos de parranda con los amigos; sabemos de hecho y aceptamos las consecuencias de no haber realizado el trabajo, puede ser que nos despidan del empleo, o si no somos empleados, puede ser que no nos vuelva a ocupar la persona que nos contrató para el trabajo.

 

Aceptar responsable y concientemente las consecuencias, significa que estamos practicando el equilibrio y hemos decidido concientemente desviarnos un poco de ese equilibrio. También que nos conocemos como individuos y somos consecuentes con nuestros actos, demostrando una serie de valores, ya que hay que tener valor para reconocer que nos equivocamos. Además adquirimos experiencia de nuestros errores y podremos en un futuro tomar decisiones que no nos afecten

negativamente.

 

 

Pongo el ejemplo del torero, cuando él decide entrar en esa profesión, sabe que tiene un alto riesgo de morir ensartado en las astas del toro. También si yo ando atropellando, abusando, asaltando y tratando mal a las personas, corro el riesgo de que alguna de ellas se rebele y hasta me quite la vida para que lo deje en paz.

 

Muy por el contrario, si usted anda por el mundo regalando sonrisas, compartiendo con todos, sirviendo, “haciendo el bien sin mirar a quien”, todo eso traerá como consecuencia, que usted también sea bien tratado. Estemos seguros que las cosas que hacemos modifican nuestro presente y nuestro futuro, y el de nuestro entorno, pues es posible que nosotros no lo notemos pero nuestras acciones dan a los nuestros una enseñanza silenciosa. Ese es el secreto del éxito en la vida.

 

El final de una acción que pretendamos ejecutar, es la representación anticipada de las consecuencias y esa representación debe estar acorde a lo que pretendamos conseguir con esa acción. Como personas concientemente equilibradas, podemos prever las consecuencias, o, estamos obligados como mínimo a intentarlo. La ignorancia de estas consecuencias no nos exime de la responsabilidad de tener que asumirlas.

 

Cuando hablamos de responsabilidad nos referimos a la virtud de asumir las consecuencias de nuestras propias decisiones ante nosotros mismos y ante los demás. Cuando no sopesamos las consecuencias nos volvemos poco confiables ante los demás y ante nosotros mismos.

El torero

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